Diferencia de estatus

Un banquete barroco de contradicciones. En Diferencia de estatus, Junior Gallardo construye un escenario que parece sacado de una pesadilla ceremonial: un templo dorado, personajes mitológicos y grotescos, arquitectura colonial y ruinas contemporáneas. Todo convive en la misma superficie como si la historia se hubiera colapsado sobre sí misma.

La obra funciona como un teatro de lo absurdo donde lo sagrado y lo vulgar comparten mesa. Policías, animales humanizados, cuerpos anónimos y símbolos de poder y decadencia se enredan en una coreografía inquietante. No hay jerarquías claras, pero sí una tensión incómoda: ¿quién observa a quién?

Gallardo no ofrece respuestas, pero sí una puesta en escena feroz sobre el clasismo, la violencia estructural y la farsa del orden social. Un retrato que no busca complacer, sino evidenciar.