Sergio Montiel construye pintura como si levantara arquitectura. Combina lo plástico y lo estructural en piezas que cruzan pintura, mosaico y vitral. Su obra no nace de la emoción inmediata, sino de la técnica, la repetición y la permanencia.

En sus manos, el mosaico contemporáneo se convierte en algo más que fragmentos unidos: es resistencia frente a lo efímero. El vitral, aprendido primero como oficio, hoy se transforma en exploración formal. La pintura funciona como partitura: cada trazo, cada plano, es ritmo y armonía.

Montiel encuentra inspiración en la música clásica y en los discos ochenteros, trabajando la superficie como si fuera una composición sonora. Literatura, arquitectura y música se mezclan en un mismo lenguaje: sobrio, sólido, pensado para la contemplación.

En un panorama saturado de discursos románticos, Sergio Montiel apuesta por lo contrario: claridad, técnica, permanencia. Sus piezas no buscan conmover de inmediato, sino abrir un espacio de contemplación y unidad.

Arte y arquitectura se encuentran en su trabajo.
El resultado: mosaicos, vitrales y pinturas que no solo se miran. Se habitan.